En los últimos cincuenta años, la tecnociencia ha producido un ritmo creciente de innovaciones tal que se ha convertido en una fuerza determinante de las condiciones del entorno y de las formas de vida en casi todo el mundo. Nuestros ambientes natural y cultural son objeto de un acelerado e imparable ritmo de innovación y reconfiguración social, hasta el punto de que ya se habla de una transformación de la cultura en lo que se ha denominado tecnocultura, cultura digital o cibercultura.
Por cibercultura podríamos entender la complejidad de conocimientos, comportamientos, costumbres, hábitos, capacidades, artes, leyes y valores asumidos por los seres humanos que se integran como miembros de la cibersociedad, también llamada sociedad informatizada, sociedad red o sociedad del conocimiento, la cual es producto del desarrollo de la tecnociencia. Esta cibersociedad es lo que Javier Echeverría en Telépolis llama el tercer entorno como un nuevo espacio social o una dimensión de tanta envergadura como la naturaleza y la ciudad. En tal sentido, la cibercultura podría ser a lo que se refiere Manuel Medina —el investigador de la perspectiva Ciencia, Tecnología y Sociedad— cuando habla de "la plasmación de asociaciones de humanos y no-humanos que se relacionan e interactúan de formas determinadas para dar lugar a realizaciones culturales características" .
También podemos aventurarnos a decir que la cibercultura puede ser caracterizada por una diversidad de producciones, actitudes, habilidades, relaciones sociales, máquinas, instrumentos lógicos y materiales, técnicas, hechos y teorías que la diferencian de otros tipos de cultura y que, además, podría desbordar nuestra imaginación en cuanto a la magnitud de sus efectos. Ya lo anticipa Alejandro Piscitelli cuando afirma que ante el predominio y la velocidad de las innovaciones tecnocientíficas, se prevé el advenimiento de un megaevento del que tal vez no tenemos la capacidad de pronosticar sus alcances y consecuencias. Este evento, considerado como una gran mutación cósmica, se plantea mediante las siguientes hipótesis, según Piscitelli, basadas en el estudio y desarrollo de las biocomputadoras
Por cibercultura podríamos entender la complejidad de conocimientos, comportamientos, costumbres, hábitos, capacidades, artes, leyes y valores asumidos por los seres humanos que se integran como miembros de la cibersociedad, también llamada sociedad informatizada, sociedad red o sociedad del conocimiento, la cual es producto del desarrollo de la tecnociencia. Esta cibersociedad es lo que Javier Echeverría en Telépolis llama el tercer entorno como un nuevo espacio social o una dimensión de tanta envergadura como la naturaleza y la ciudad. En tal sentido, la cibercultura podría ser a lo que se refiere Manuel Medina —el investigador de la perspectiva Ciencia, Tecnología y Sociedad— cuando habla de "la plasmación de asociaciones de humanos y no-humanos que se relacionan e interactúan de formas determinadas para dar lugar a realizaciones culturales características" .
También podemos aventurarnos a decir que la cibercultura puede ser caracterizada por una diversidad de producciones, actitudes, habilidades, relaciones sociales, máquinas, instrumentos lógicos y materiales, técnicas, hechos y teorías que la diferencian de otros tipos de cultura y que, además, podría desbordar nuestra imaginación en cuanto a la magnitud de sus efectos. Ya lo anticipa Alejandro Piscitelli cuando afirma que ante el predominio y la velocidad de las innovaciones tecnocientíficas, se prevé el advenimiento de un megaevento del que tal vez no tenemos la capacidad de pronosticar sus alcances y consecuencias. Este evento, considerado como una gran mutación cósmica, se plantea mediante las siguientes hipótesis, según Piscitelli, basadas en el estudio y desarrollo de las biocomputadoras
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